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Me llamo Cristina, tengo 41 años, soy de una gran ciudad española y voy a contarles lo que me pasó este pasado verano que cambió por completo mi vida. Antes de comenzar, debo decir que llevo 12 años casada con mi marido. Él es directivo de Banca de una importante compañía bancaria en España y yo trabajo como Secretaría de Gerencia en otra empresa. Tenemos un cachorro de 6 años que es el amor de mi vida. Mi esposo es un hombre fino, elegante y muy bueno conmigo. Pero a mí, desde hace un tiempo, me falta…algo. Yo siempre he sido una madama muy fantasiosa en el sexo. Y desde jovencita siempre me atrajeron hombres mayores que yo.
Sobre las nueve de la mañana, sentí que Paloma se despertaba, que sigilosamente se levantaba y abriendo el armaría, cogía unas cuantas corbatas. Supe de inmediato cual era su intención y acomodando mi cabeza en la cabecera, me quedé mirando mientras con abundante cuidado para no despertarla, tomaba el brazo derecho de mi esposa y lo ataba al cabecero. Tras lo cual, la empezó a besar. Como resulta lógico, mi esposa no tardó en despertar y al darse cuenta de que estaba atada, sonrió:. Obviando la pregunta, Paloma sacó su cabo y bajando por su cuello, comenzó a lamer cada centímetro de su piel con la intención de acudir derribando poco a poco sus defensas. La ausencia de respuesta lejos de molestarla le hizo gracia y cerrando los ojos, decidió al sentir que la lengua de Paloma jugueteaba entre sus pliegues mientras buscaba su clítoris. Mi vecina no pudo reprimir un suspiro al saborear ese sabroso concha y poseída de un fervor casi religioso, buscó con su boca el placer de mi esposa. Contraviniendo sus órdenes, acaricié los pechos de Marihuana y mientras le regalaba un grano en sus pezones, la besé. Asombrado, la hice caso mientras era declarante de cómo su cuerpo convulsionaba sobre la cama al verse presa de un renovado, pero no por ello menos prodigioso orgasmo.
