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7 SECRETOS DEL SEXO EN LA ANTIGUA ROMA

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Su verde, descolorida librea de vestalla cargan sólo los tontos; despójate de ella. Su mirada habla, voy a contestarle. Renuncia a tu padre, abjura tu nombre; o, si no quieres esto, jura solamente amarme y ceso de ser una Capuleto. Eso que llamamos rosa, lo mismo perfumaría con otra designación

Conocer ama - 994523

Poemas en prosa / Charles Baudelaire; traducción del francés por Enrique Díez-Canedo

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la bajura del cielo me consterna; me exaspera su limpidez.

Con el paso del tiempo se amplió la permisividad moral. Sexo y acidez era parte de la vida política de Roma desde sus inicios. Eneas, el primer patriarca, era hijo de Venus, diosa del amor pasional. Por las venas de los romanos todavía corría la sangre beliciosa de Marte. Rómulo y Remo no habrían salido si el dios de la conflagración no hubiera violado a su lecho, la vestal Rea Silvia.

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