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ANCILLA : 1

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Una niña negra vestida con una camiseta de algodón raída, muy gastada y descolorida, que le llegaba a medio muslo con lo que no necesitaba falda ni pantalón y descalza, esperaba sentada junto a la verja de entrada del lujoso colegio junto a otras muchachas como ella a que se abriera una puertecita lateral por la que entrar. La puerta de hierro se abrió chirriando y una adusta mujer les hizo seña con una mano de que podían pasar. Eran como una veintena y parecían todas iguales. Andaban cabizbajas, sin hablar, en silencio, temerosas.

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LOS RÚSTICOS CABALLEROS

Nanette era una mulatilla muy vivaracha nacida en la casa. De hecho Nanette sólo estaba dentro de la apartamento cuando estaba mi padre. Pero no, resulta que me la regaló, para mí, para que me sirviera personalmente. Cuanta dicha sentí cuando primero me dio el título de propiedad y después hizo entrar a Nanette. Nanette avanzó cabizbaja la distancia que nos separaba. Al llegar frente a mí se arrodilló en el suelo.

Se llamaba María, le gustaba que le llamaran Mery, y debía llamarse Salomé, por lo calienta braguetas que se iba a volver con su artífice y por lo buena que estaba. Mery había cumplido hacía poco la mayoría de edad. Medía metro ochenta y dos, era morena, sus luceros eran grandes y negros, como su larga melena. Sus tetas eran medianas, tirando a grandes, su cintura de avispa, sus caderas eran anchas, su culo redondito y sus largas piernas rozaban la perfección. Lo malo de esto fue que al ir creciendo fueron creciendo sus caprichos. Le fue cogiendo la manta a su artífice y acababa haciendo siempre lo que le daba la gana. La fámula tenía de todo.

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Ella le dió un puñetazo en el hombro y se echó a reír también. Oyóse de lejos el roznido de un asno que olía la hierba fresca. La muchacha bajó los ojos, como si viese llamas en ellos, y le pareció como si todo el vino que había bebido se le subiese a la cabeza, y todo el ardor de ángel cielo de metal le penetrase en las venas. Nedda bajó la cabeza. Ella le miró serenamente y estrechó entre las suyas, morenas, las callosas manos de él; pero se puso de rodillas, que le temblaban para levantarse. El la detuvo por el vestido, como extraviado, balbuciendo palabras sin sentido, sin saber lo que se hacía. Cuando se oyó cantar al gallo en una haciendo próxima, Nedda se levantó sobresaltada y miró en derredor suyo, espantada.

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Adoración de pies

Le pido perdón porque seguro que se los he destrozado. El relato no es el mismo, desde luego, empero bebe claramente de él aunque reconozco que su TERENCIO es una acción maestra y el mío el de un simple aficionado. Gracias por dar, Adela. El cuerpo de la aporreado esclava presentaba horribles quemaduras en la cara a la que faltaba la nariz, las orejas y los luceros y en los pechos se notaba en falta sus pezones. Innumerables desgarros por todo el cuerpo terminaban de componer una muerte horrenda. La parihuelas de Anasia descansaba cerca, con sus dos esclavos porteadores preparados para acarrear su noble carga cuando su joven ama estuviera dispuesta. Canda abandonó el tétrico edificio y se dirigió hacia la orilla del lago donde la joven Anasia Pompeia continuaba manifestando con profundo llanto su dolor intenso. Micinia era mi esclava personal, no puedes comprender mi dolor?

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